Peyeche tenía más de 50 años cuando conoció al "gringo" que trabajaba en la administración del Parque Nacional Los Alerces. Él era el encargado de las finanzas de la reserva, como también de atender los reclamos de los antiguos pobladores de esa zona, que estaban confinados en uno de los cerros dentro del parque.
Peyeche era quien llevaba la voz de mando dentro de su tribu, y por ende quien -cada dos semanas- bajaba hasta la "villa", donde se emplazaban las cabañas de la administración.
Al verla llegar, el resto de los trabajadores sabía ya que Peyeche buscaba al "gringo", por lo que, siempre, cualquiera menos el esbelto contador era quien la recibía.
Enojada, Peyeche se negaba a exponer sus reclamos.
-Pero, ¿qué busca usted?; preguntaban los hombres, aparentando estar enfadados.
A lo que la anciana mapuche, que tenía serios problemas para asimilar como propio el castellano, contestaba siempre: "Lo lindo".
"Busco lo lindo"; repetía.
Era entonces cuando aparecía el "gringo", sonriente, con sus ojos azules brillando por la nieve.
Peyeche casi nunca tenía algo para decir, simplemente, se quedaba en silencio, viendo lo que estaba segura que era "lo lindo".
25 noviembre, 2008
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