Caminar a su lado es una verdadera aventura. Va y viene, aparece.
Desaparece, igual de fácil.
Sonrié, ahora sonrié por un rato largo... Es como un ángel eléctrico; pienso
Cada tanto se prende un pucho, como para despuntar el vicio, mientras mira en busca de unas guillerminas, "las comunes, ¿podés creer que no hay?".
Dice lo que piensa, no se queda con nada, como un niño, como una niña que sigue siendo.
Me mira.
"Las busqué por todos lados"; agrega.
Vamos caminando por la peatonal de San Miguel, que es nueva -según dicen los vecinos-, veo muchos chicos con pantalones de colores, peinados con mucho gel (que con un sol un tanto más fuerte sobre nuestras cabezas, creo podría comenzar a desprendérseles el pelo). Toman helado, se pasan direcciones de mail: son floggers.
Decenas, muchos, también hay algunos vestidos de negro: son emos.
-Son los que más calor me dan, transpiran un mezcla de sudor y lágrimas; le digo a Daniela.
Se ríe de vuelta, se ríe con ganas por la ocurrencia.
San Miguel es raro para el oeste bonaerense, incluso para la totalidad del conurbano. Es domingo y la plaza estalla de gente, hay payasos, una murga, familias con mate y facturas.
Parece un pueblo pintoresco, no tiene punto de comparación con El Cruce, con Morón.
Hasta su gente, que es la misma, parece diferente.
Miro la Iglesia, se esta casando una pareja, que -seguramente- apenas me doblan en edad. Enfrente, en la plaza, ya está instalada la feria de artesanos, con sus collares, con sus morrales, con sus artesanías.
Miramos los puestos con la fugacidad de un relámpago y entonces damos contra la realidad.
Cae la noche y aparecen los niños de la calle, los mendigos, las jaurías de perros, los borrachos, las prostitutas, y pienso: "Este también es San Miguel, esto también es el Oeste".
Nos quedamos sentados en uno de los bancos de la plaza, mirando el paisaje que nos rodeaba, el encanto de la vida, la tragedia de lo cotidiano.
¿Cuántos San Miguel hay?, ¿Cuántos vivimos, al igual que San Miguel, entre dos polos?, ¿Cuantas historias se esconden detrás de esos fragmentos de realidad?
Miro a Daniela, y sin que ella entendiese nada, le digo: "Dani, San Miguel también es un ángel eléctrico"...
18 noviembre, 2008
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