11 marzo, 2009

Domingo

El camino ofrece oportunidades maravillosas. Resulta un rumbo muchas veces incierto, otras previsto, pero siempre diferente. Comiendo kilómetros estuve durante una semana, pasé de la alegría a la tristeza, del orgullo al barro, mientras cambiaba la imagen que se pasaba por la ventanilla de un colectivo modelo 67, cuyo cartel decía se dirigía a Iruya.
Alrededor viajaba el pueblo, la gente que nada tiene y todo lo da. Esos personajes que llenan el alma, que nos modifican la perspectiva de las cosas, que nos fijan un norte.
Domingo tiene 68 años, está sentado a mi lado y se bajará en Iturbe, me cuenta lo mucho que le gusta viajar hasta Humahuaca, "es más grande, uno ve otras cosas" -dice- mientras me resulta imposible no buscar sus ojos con la mirada.
Acomoda su gorrito andino y una bolsa cargada con unos pocos vegetales, que quizás racionará durante los próximos días, mientras el viento cordillerano sople por sobre su ranchito en la montaña.
Los árboles que rodean su casa, se han vuelto parecidos a él. Han sabido ser testigos, escuchar al viento, mirar al sol.
La existencia de Domingo es confusa, porque uno sabe que ha quedado fuera de todos los esquemas y consideraciones de este mundo. Sin embargo el existe, todos los días se las ingenia para existir, y su continuidad se nos vuelve imposible de explicar.
Apenas tiene resto para cargar su bolsa de mandados, pero todavía "es".
Eso me gusta, saber que todavía hay cosas de este maravilloso mundo que nunca entenderemos, que, felizmente, nos dibujan sonrisas, nos regalan sorpresas, nos muestran los domingos de este mundo.
Aquel fragmento de tiempo, ese pequeño secreto que descubrí junto a aquel desconocido me iluminó el rostro. Por eso le estaré eternamente agradecido.

04 marzo, 2009

El camino que nos lleva a Jujuy

Mientras escribo estas líneas caen las gotas de lluvia fresca. Caen sobre los primeros cerros de la Cordillera de los Andes, caen sobre los sembradíos de maíz, de quinua, de papa, sobre el pueblo wichí que conocimos en Salta hace dos días. Alimentan los ríos secos del noroeste argentino y alivian las altas temperaturas.
El viaje sigue, nos espera Jujuy. Allí los aborígenes llevan otros nombres, pero sufren los mismos problemas. Allí, la lluvia no resulta tan peligrosa como en Tartagal, como en las sierras de Córdoba.
Comienzan a verse los personajes del recorrido, las amistades, como "El Mono", el parrillero de Embarcación (Salta) que nos despide con humitas de regalo y con la promesa de llevarnos a pescar al río Bermejo.
También dejamos atrás al intendente de General Ballivian, Gerardo Córdoba, que nos abrió las puertas de su casa y nos sirvió un plato de comida. Ahí, perdido en medio de la nada, también queda el cacique Pedro Brandán -que muestra una integridad admirable a sus 103 años- y el cacique Torres, de la Misión "Los 3 Lapachos".
Ahora el colectivo se prepara para salir rumbo a Humahuaca, nos acompañará la lluvia, que -lejos de causarnos una molestia- parece agigantar lo maravilloso del paisaje, de los cerros y congela el tiempo. Porque, aquí, el tiempo es distinto. Parece correr más lento, y permite pensar.
Seguimos en el camino y ya habrá otras historias que contar.