No importa si llovía, estaba nublado o el sol rajaba la tierra, durante más de sesenta años, Domingo Falcón permaneció apostado en un mismo lugar. A través del lente de su cámara, miró la vida y fue testigo del crecimiento de Villa Carlos Paz. Esta es la historia del fotógrafo del Cu-Cú, el hombre que retrató a todos y cada uno de los turistas que se acercó a conocer el pájaro más famoso de las sierras.
Cuando Falcón pisó por primera vez la plazoleta, ubicada sobre el Boulevard Sarmiento, tenía 17 años y la ciudad no había superado los 10 mil habitantes. Primero comenzó a trabajar como asistente de quien tenía en aquel entonces la concesión de las fotografías en el lugar, pero lentamente, al compás de las agujas de su querido reloj, fue ganándose un nombre propio.
Las siguientes décadas estuvieron marcadas por una explosión turística y «Don Falcón» se convirtió en un personaje característico de «La Villa».
«Cuando la gente se acerca y me pregunta la hora, yo les digo que miren mi reloj y le señaló el Cu-Cú. Ese es el único reloj que yo conozco»; bromeó.
La historia cuenta que su familia se radicó en las sierras cuando habían pasado apenas dos años desde la inauguración del ícono turístico de la Provincia de Córdoba, esa construcción de inspiración alemana que halló su lugar en medio de la convulsionada Argentina.
Un grupo de ingenieros germanos que habían llegado al país para desarrollar el avión a reacción «Pulqui» (el primero de Latinoamérica y el noveno en el mundo), se radicaron en Carlos Paz y tomaron la determinación de fundar una fábrica de relojes de la selva bávara. Carlos Juan Plock, Jurgen Naumman y Carlos Wedemeyer eran vecinos de la zona que hoy se conoce como Centro Viejo y donde levantaron, con fines promocionales y turístico, el que sería durante muchos años, el reloj más grande del mundo.
La construcción tardó casi 3 años y hubo una comisión de fomento que aportó los fondos para financiar los trabajos.
El 25 de mayo de 1958 se hizo su inauguró y desde entonces, es una postal imborrable de las vacaciones de millones de argentinos y algún que otro visitante extranjero.
Falcón le dejó el legado de la fotografía a sus hijos, pero su vida está ligada al Cu-Cú. Hoy tiene 82 años y sigue ahí, sobreviviendo al paso de las horas, los minutos y los segundos, las tecnologías y las modas. La llegada de los celulares y la posibilidad de que cualquiera pueda llevar consigo una cámara a todos lados, hizo que el trabajo disminuyera.
«No hay que desanimarse, hay que seguir»; dice Don Falcón.
-¿Cuántos años junto al Cu-Cú? ¿Qué significa para usted?
-Una vida, toda mi vida. Llegué con 17 años, hoy tengo 82 años y todavía estoy acá. Acá me crié, aprendí de fotografía y conseguí mi primer trabajo. Acá vi y viví de todo, acá jugaron mis hijos que hoy siguen con mi oficio. Todo el mundo me conoce y saben que siempre estoy acá.
Muchas veces se acercan turistas y me dicen: me acuerdo que hace 20 años usted me sacó la foto de mi luna de miel, o vienen y me muestran alguna foto vieja. A veces vienen con sus hijos y sus nietos y me piden que les haga la misma foto. Esas cosas me emocionan mucho.
-¿Nunca pensó en irse a otro lado? ¿Cambiar de trabajo?
-Ha sido un placer trabajar aquí, porque la mayoría de los artistas que pasan por la ciudad se acercan y vienen a sacarse fotos acá. Estoy muy conforme con lo que pude hacer acá y con la familia que tengo. Voy a seguir junto al Cu-Cú hasta que me llame el creador.
-Hay quienes dicen que el oficio de la fotografía está en crisis, que cualquiera puede tomar una foto y eso perjudica a quienes viven de eso. ¿Cuál es su opinión?
-Es verdad, es cada vez más duro. Ya nadie prioriza la calidad del recuerdo, acá lo vemos todos los días. La gente viene con sus celulares y se toma selfies, imágenes que no existen más que en sus teléfonos y que muy rara vez deciden imprimir.
Por suerte, hay otros que prefieren conservar sus recuerdos en la mano. Esos son mis clientes, por ellos sigo viniendo todos los días.
-¿Qué significa el Cu-Cú para Villa Carlos Paz?
-El Cu-Cú es un símbolo, nadie se va de Carlos Paz sin llevarse una foto con él. Para mí, es una forma de vida y para otros, un atractivo turístico. Es una verdadera reliquia, está hecha a mano y ha sido protagonista de los recuerdos de miles de familias argentinas por 64 años.
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