21 abril, 2009

Los sentimientos del hoy

Al principio resultaba una tarea imposible poder alejar de mi memoria su rostro, su figura, sus ojos color café. Mucho tiempo quise saber porque Soledad había causado tamaña impresión en mi, que apenas tendría quince años, que todavía no tenía muy claro de que se trataba eso del amor.
La conocí por casualidad, en la escuela y nunca pude separarme, lo intenté por una largo tiempo, pero sólo logré esconderme, esconder el aprecio que le tenía, lo mucho que me importaba.
Más de una vez me persiguió, me encaró, me dijo las cosas de frente.
Hoy, más calmo, con algunos años más pienso cuán injusto había sido esos años.
Sin embargo, el tiempo tiene esas cosas. Da revancha, permite cambiar las cosas que uno -en algún momento- puede haber hecho mal.
Tuve mis momentos, es verdad. Pero que rápido que pasó todo, qué rápido que crecimos, Soledad.
Quizás estés, esta noche, leyendo este relato. Quizás, pienso, acostumbres a ver que escribo.
Si es así, donde quieras que estes. Quiero que sepas cuanto pienso en ti, cada día, cada hora.
Quisiera decirte todo lo que no te dije en todos estos años, lo que me faltó decirte aquellas noches de verano, esas tardes de invierno, durante esas lluvias.
Soledad, quisiera decirte tantas cosas, que no sabría por donde empezar y quizás, sólo quizás, comenzaría diciendote: "Me hiciste tan feliz".


(Los nombres de este relato han sido modificados para preservar la identidad de sus protagonistas)

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