Pero merced de la verdad, me resulta repulsivo ver ciertas caras, ciertos nombres, ciertos ideólogos, ciertos cómplices, que tanto tuvieron que ver con la caída del mismísimo Alfonsín.
Allá por los años del Pacto de Olivos, no fueron acaso los integrantes de la Sociedad Rural (los mismos que estuvieron llorando en estos últimos días, incluso un poco más que el propio Ricardo Alfonsín, la muerte del "padre de la democracia") quienes impulsaron la salida del bonaerense del poder. No fueron ellas, las mujeres de barrio, las que salieron a las calles pidiendo a gritos que se fuere Alfonsín, porque no podían ir a los supermercados, porque la inflación les devoraba el sueldo.
Entonces, viendo también a tantos rivales políticos del dirigente radical acompañar el féretro, cabe pensarse: ¿Qué estará, si es que está, pensando Alfonsín? ¿Qué dirá, si es que existe algo más que estos escasos años de vida, don Raúl? ¿Sonreirá, fundirá sus manos en un abrazo, perdonará, acaso, tanta hipocresía el apostol de la república?
La realidad sigue ofreciéndonos postales increíbles, difíciles de digerir, como el hecho de que hoy Alfonsín puede llegar a ser más que San Martín, al menos por una semana, por un mes, será el hombre más importante de la historia argentina.
Quiera la vida que siempre sigan haciéndose estos homenajes. Que siempre el pueblo acabe perdonando, reconociendo, premiando, pero en vida. Quiera el tiempo que, algún día, podamos aprender a dejar de premiar la muerte.
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