El valle de Punilla guarda un largo expediente de hechos históricos, visitas ilustres y de leyendas, desde la época de las Mercedes hasta nuestros días. Pero, tal vez, lo que nunca podrá arrancar de ese abultado patrimonio es la página negra que escribió sobre sus cerros, planicies y aguas, la dictadura más aberrante que se vivió en Latinoamérica entre 1976 y 1983. Era un edén militar. Era un lugar seguro para esconderse, para sobrevivir, para quienes se negaban a ser víctimas de la cacería humana que lanzaron desde el Estado, las fuerzas armadas y de seguridad.
Pero Punilla también fue escenario de operativos, detenciones, secuestros y además, en su geografía, funcionaron centros clandestinos de detenciones y torturas.
Por su cercanía con la Fuerza Aérea y con el Comando y varias unidades del Tercer Cuerpo de Ejército, Carlos Paz era un portal a un «paraíso de paz», repleto de civiles más sádicos que militares, de informadores más «parlanchines» (algunos mitómanos) que loros, y de ciudadanos tan fríos que su indiferencia estaba a prueba de hacer rebotar una bomba atómica.
A ese portal se ingresaba nada más ni nada menos que, por la misma ruta que te llevaba a uno de los más sangrientos centros de detención clandestino que funcionó en el país, «La Perla». Esa misma Ruta 20 que recorrían los falcón o camiones militares con detenidos, era la que te hacía entrar al valle. «Estás desaparecida en la Perla. De aquí ni Dios, ni el Papa, ni el Presidente te sacan...» escuchaban los detenidos.
Los testimonios que se encuentran en las investigaciones de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) denunciaron la utilización de sitios como el mismísimo Cerro Pan de Azúcar, en Cosquín, para los «aprietes» y para efectuarse torturas, comisarías de diversas localidades, el hospital Colonia Santa María de Punilla y la «célebre» Casa de la Dirección Hidráulica, al costado del paredón del dique San Roque.
Fueron muchos los desaparecidos y detenidos en Punilla, pero los casos más resonantes fueron la desaparición del concejal peronista carlospacense Roberto Colomer, en Mar del Plata, de Alfredo Horacio López Ayllón ocurrida el 12 de noviembre de 1977, en la casa de campo de sus padres, en Solares de la Ensenada, en Carlos Paz. Jorge Arnaldo López, médico, padre de la víctima relató, «Cerca de las 22, cuatro automóviles llegaron hasta la casa en donde mi hijo se encontraba solo esperándonos.Descendieron del vehículo personas fuertemente armadas que vestían de civil y en el jardín a la vista de los vecinos, redujeron a mi hijo que era de débil contextura física, razón por la cual unos días antes había sido exceptuado de prestar el servicio militar obligatorio, teniendo 18 años recién cumplidos (...)Otro de los casos fue el de María Eugenia Irazusta Maffrand detenida en Carlos Paz y relatado por un detenido de La Perla: «...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o María Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado había sido detenida en Carlos Paz, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona negó permanentemente su conocimiento sobre esos hechos y fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia». Finalmente se presentó el cadáver a la morgue con el rótulo de «Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» -»herida de bala».
El paso de las aberraciones entre los cerros, por las aguas del lago San Roque, por las rutas que unen los pueblos serranos y por las calles de aquellos caseríos deberá mantenerse vivo como un eco inolvidable en la memoria de la población de esa ciudad lineal que pretende ser Punilla.
21 abril, 2009
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