Lo que nos dejó el sol es confuso.
Por momentos creo que tiene que ver con algo muy mío.
Otras veces me da tristeza, una sensación inestable, cambiante.
No porque crea que así debe ser, sino por deja en evidencia el paso del tiempo, la crueldad del tiempo.
Mientras veía su caída, ayer, pensaba que lo que nos dejó el sol, sólo era noche.
23 abril, 2009
21 abril, 2009
Los sentimientos del hoy
Al principio resultaba una tarea imposible poder alejar de mi memoria su rostro, su figura, sus ojos color café. Mucho tiempo quise saber porque Soledad había causado tamaña impresión en mi, que apenas tendría quince años, que todavía no tenía muy claro de que se trataba eso del amor.
La conocí por casualidad, en la escuela y nunca pude separarme, lo intenté por una largo tiempo, pero sólo logré esconderme, esconder el aprecio que le tenía, lo mucho que me importaba.
Más de una vez me persiguió, me encaró, me dijo las cosas de frente.
Hoy, más calmo, con algunos años más pienso cuán injusto había sido esos años.
Sin embargo, el tiempo tiene esas cosas. Da revancha, permite cambiar las cosas que uno -en algún momento- puede haber hecho mal.
Tuve mis momentos, es verdad. Pero que rápido que pasó todo, qué rápido que crecimos, Soledad.
Quizás estés, esta noche, leyendo este relato. Quizás, pienso, acostumbres a ver que escribo.
Si es así, donde quieras que estes. Quiero que sepas cuanto pienso en ti, cada día, cada hora.
Quisiera decirte todo lo que no te dije en todos estos años, lo que me faltó decirte aquellas noches de verano, esas tardes de invierno, durante esas lluvias.
Soledad, quisiera decirte tantas cosas, que no sabría por donde empezar y quizás, sólo quizás, comenzaría diciendote: "Me hiciste tan feliz".
(Los nombres de este relato han sido modificados para preservar la identidad de sus protagonistas)
La conocí por casualidad, en la escuela y nunca pude separarme, lo intenté por una largo tiempo, pero sólo logré esconderme, esconder el aprecio que le tenía, lo mucho que me importaba.
Más de una vez me persiguió, me encaró, me dijo las cosas de frente.
Hoy, más calmo, con algunos años más pienso cuán injusto había sido esos años.
Sin embargo, el tiempo tiene esas cosas. Da revancha, permite cambiar las cosas que uno -en algún momento- puede haber hecho mal.
Tuve mis momentos, es verdad. Pero que rápido que pasó todo, qué rápido que crecimos, Soledad.
Quizás estés, esta noche, leyendo este relato. Quizás, pienso, acostumbres a ver que escribo.
Si es así, donde quieras que estes. Quiero que sepas cuanto pienso en ti, cada día, cada hora.
Quisiera decirte todo lo que no te dije en todos estos años, lo que me faltó decirte aquellas noches de verano, esas tardes de invierno, durante esas lluvias.
Soledad, quisiera decirte tantas cosas, que no sabría por donde empezar y quizás, sólo quizás, comenzaría diciendote: "Me hiciste tan feliz".
(Los nombres de este relato han sido modificados para preservar la identidad de sus protagonistas)
La Punilla de los desaparecidos
El valle de Punilla guarda un largo expediente de hechos históricos, visitas ilustres y de leyendas, desde la época de las Mercedes hasta nuestros días. Pero, tal vez, lo que nunca podrá arrancar de ese abultado patrimonio es la página negra que escribió sobre sus cerros, planicies y aguas, la dictadura más aberrante que se vivió en Latinoamérica entre 1976 y 1983. Era un edén militar. Era un lugar seguro para esconderse, para sobrevivir, para quienes se negaban a ser víctimas de la cacería humana que lanzaron desde el Estado, las fuerzas armadas y de seguridad.
Pero Punilla también fue escenario de operativos, detenciones, secuestros y además, en su geografía, funcionaron centros clandestinos de detenciones y torturas.
Por su cercanía con la Fuerza Aérea y con el Comando y varias unidades del Tercer Cuerpo de Ejército, Carlos Paz era un portal a un «paraíso de paz», repleto de civiles más sádicos que militares, de informadores más «parlanchines» (algunos mitómanos) que loros, y de ciudadanos tan fríos que su indiferencia estaba a prueba de hacer rebotar una bomba atómica.
A ese portal se ingresaba nada más ni nada menos que, por la misma ruta que te llevaba a uno de los más sangrientos centros de detención clandestino que funcionó en el país, «La Perla». Esa misma Ruta 20 que recorrían los falcón o camiones militares con detenidos, era la que te hacía entrar al valle. «Estás desaparecida en la Perla. De aquí ni Dios, ni el Papa, ni el Presidente te sacan...» escuchaban los detenidos.
Los testimonios que se encuentran en las investigaciones de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) denunciaron la utilización de sitios como el mismísimo Cerro Pan de Azúcar, en Cosquín, para los «aprietes» y para efectuarse torturas, comisarías de diversas localidades, el hospital Colonia Santa María de Punilla y la «célebre» Casa de la Dirección Hidráulica, al costado del paredón del dique San Roque.
Fueron muchos los desaparecidos y detenidos en Punilla, pero los casos más resonantes fueron la desaparición del concejal peronista carlospacense Roberto Colomer, en Mar del Plata, de Alfredo Horacio López Ayllón ocurrida el 12 de noviembre de 1977, en la casa de campo de sus padres, en Solares de la Ensenada, en Carlos Paz. Jorge Arnaldo López, médico, padre de la víctima relató, «Cerca de las 22, cuatro automóviles llegaron hasta la casa en donde mi hijo se encontraba solo esperándonos.Descendieron del vehículo personas fuertemente armadas que vestían de civil y en el jardín a la vista de los vecinos, redujeron a mi hijo que era de débil contextura física, razón por la cual unos días antes había sido exceptuado de prestar el servicio militar obligatorio, teniendo 18 años recién cumplidos (...)Otro de los casos fue el de María Eugenia Irazusta Maffrand detenida en Carlos Paz y relatado por un detenido de La Perla: «...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o María Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado había sido detenida en Carlos Paz, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona negó permanentemente su conocimiento sobre esos hechos y fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia». Finalmente se presentó el cadáver a la morgue con el rótulo de «Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» -»herida de bala».
El paso de las aberraciones entre los cerros, por las aguas del lago San Roque, por las rutas que unen los pueblos serranos y por las calles de aquellos caseríos deberá mantenerse vivo como un eco inolvidable en la memoria de la población de esa ciudad lineal que pretende ser Punilla.
Pero Punilla también fue escenario de operativos, detenciones, secuestros y además, en su geografía, funcionaron centros clandestinos de detenciones y torturas.
Por su cercanía con la Fuerza Aérea y con el Comando y varias unidades del Tercer Cuerpo de Ejército, Carlos Paz era un portal a un «paraíso de paz», repleto de civiles más sádicos que militares, de informadores más «parlanchines» (algunos mitómanos) que loros, y de ciudadanos tan fríos que su indiferencia estaba a prueba de hacer rebotar una bomba atómica.
A ese portal se ingresaba nada más ni nada menos que, por la misma ruta que te llevaba a uno de los más sangrientos centros de detención clandestino que funcionó en el país, «La Perla». Esa misma Ruta 20 que recorrían los falcón o camiones militares con detenidos, era la que te hacía entrar al valle. «Estás desaparecida en la Perla. De aquí ni Dios, ni el Papa, ni el Presidente te sacan...» escuchaban los detenidos.
Los testimonios que se encuentran en las investigaciones de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) denunciaron la utilización de sitios como el mismísimo Cerro Pan de Azúcar, en Cosquín, para los «aprietes» y para efectuarse torturas, comisarías de diversas localidades, el hospital Colonia Santa María de Punilla y la «célebre» Casa de la Dirección Hidráulica, al costado del paredón del dique San Roque.
Fueron muchos los desaparecidos y detenidos en Punilla, pero los casos más resonantes fueron la desaparición del concejal peronista carlospacense Roberto Colomer, en Mar del Plata, de Alfredo Horacio López Ayllón ocurrida el 12 de noviembre de 1977, en la casa de campo de sus padres, en Solares de la Ensenada, en Carlos Paz. Jorge Arnaldo López, médico, padre de la víctima relató, «Cerca de las 22, cuatro automóviles llegaron hasta la casa en donde mi hijo se encontraba solo esperándonos.Descendieron del vehículo personas fuertemente armadas que vestían de civil y en el jardín a la vista de los vecinos, redujeron a mi hijo que era de débil contextura física, razón por la cual unos días antes había sido exceptuado de prestar el servicio militar obligatorio, teniendo 18 años recién cumplidos (...)Otro de los casos fue el de María Eugenia Irazusta Maffrand detenida en Carlos Paz y relatado por un detenido de La Perla: «...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o María Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado había sido detenida en Carlos Paz, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona negó permanentemente su conocimiento sobre esos hechos y fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia». Finalmente se presentó el cadáver a la morgue con el rótulo de «Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» -»herida de bala».
El paso de las aberraciones entre los cerros, por las aguas del lago San Roque, por las rutas que unen los pueblos serranos y por las calles de aquellos caseríos deberá mantenerse vivo como un eco inolvidable en la memoria de la población de esa ciudad lineal que pretende ser Punilla.
16 abril, 2009
Minimalismo
Llegué a la conclusión de que soy un amante de las cosas básicas. No es que me moleste la elaboración, pero si me agrada -mucho más- lo simple, lo frontal, lo concreto.
Mientras hablaba con una amiga por telefono, me di cuenta de que tengo una fascinación casi maravillosa por la crudeza de la realidad. Desprovista de elementos de relleno, de accesorios, de montajes.
Así trato de mostrarme también, tan real y auténtico como me sea posible. ¿Qué si fracaso?, probablemente más de una vez. Probablemente miles de veces, pero aún sigo en la búsqueda de una verdad tan personal como colectiva.
Si soy minimalista, la verdad no lo sé. No puedo saberlo, porque ese es, tan solo, un término y yo hablaba con el corazón. Entonces, ¿que más?; pensé, ya se hacía tarde para soñar sueños largos y muy temprano para todo lo demás, una concepción, por cierto, bastante minimal.
Mientras hablaba con una amiga por telefono, me di cuenta de que tengo una fascinación casi maravillosa por la crudeza de la realidad. Desprovista de elementos de relleno, de accesorios, de montajes.
Así trato de mostrarme también, tan real y auténtico como me sea posible. ¿Qué si fracaso?, probablemente más de una vez. Probablemente miles de veces, pero aún sigo en la búsqueda de una verdad tan personal como colectiva.
Si soy minimalista, la verdad no lo sé. No puedo saberlo, porque ese es, tan solo, un término y yo hablaba con el corazón. Entonces, ¿que más?; pensé, ya se hacía tarde para soñar sueños largos y muy temprano para todo lo demás, una concepción, por cierto, bastante minimal.
14 abril, 2009
Yasy (Un relato para Pablo Villalba)
Yasy ilumina el caminar de los guaraníes del monte misionero, los llena de magia, de encanto. Ilumina también a Pablo Villalba, el chamán más importante de esta etnia que se extiende por la selva brasilera y por Paraguay. Esta suerte de presidente de una de las naciones más antiguas del litoral, es visitado -bajo esta misma luna- por decenas y decenas de caciques guaraníes, que no dudan en confiar el destino de sus comunidades en el lamento de un hombre que reza sus plegarias con una guitarra reluciente.
Pablito no está solo, tiene la esencia de sus antepasados, el honor de ser un auténtico líder espiritual y su mirada no tiene fin. Cuando sus ojos se posan sobre el rostro de la intendenta de Santa Ana, Mabel Pezoa, sobre el podersoso verde de la selva, sobre la tierra roja, uno puede ver la luna llena en su corazón. Así habla, con el espíritu, un hijo de Yasy.
Así es Misiones.
Pablito no está solo, tiene la esencia de sus antepasados, el honor de ser un auténtico líder espiritual y su mirada no tiene fin. Cuando sus ojos se posan sobre el rostro de la intendenta de Santa Ana, Mabel Pezoa, sobre el podersoso verde de la selva, sobre la tierra roja, uno puede ver la luna llena en su corazón. Así habla, con el espíritu, un hijo de Yasy.
Así es Misiones.
02 abril, 2009
Apuntes sobre la muerte de Alfonsín
Raúl Alfonsín quizás haya sido uno de los grandes políticos de nuestros últimos tiempos. Sin lugar a dudas, y tuvo un homenaje acorde a su magnitud.
Pero merced de la verdad, me resulta repulsivo ver ciertas caras, ciertos nombres, ciertos ideólogos, ciertos cómplices, que tanto tuvieron que ver con la caída del mismísimo Alfonsín.
Allá por los años del Pacto de Olivos, no fueron acaso los integrantes de la Sociedad Rural (los mismos que estuvieron llorando en estos últimos días, incluso un poco más que el propio Ricardo Alfonsín, la muerte del "padre de la democracia") quienes impulsaron la salida del bonaerense del poder. No fueron ellas, las mujeres de barrio, las que salieron a las calles pidiendo a gritos que se fuere Alfonsín, porque no podían ir a los supermercados, porque la inflación les devoraba el sueldo.
Entonces, viendo también a tantos rivales políticos del dirigente radical acompañar el féretro, cabe pensarse: ¿Qué estará, si es que está, pensando Alfonsín? ¿Qué dirá, si es que existe algo más que estos escasos años de vida, don Raúl? ¿Sonreirá, fundirá sus manos en un abrazo, perdonará, acaso, tanta hipocresía el apostol de la república?
La realidad sigue ofreciéndonos postales increíbles, difíciles de digerir, como el hecho de que hoy Alfonsín puede llegar a ser más que San Martín, al menos por una semana, por un mes, será el hombre más importante de la historia argentina.
Quiera la vida que siempre sigan haciéndose estos homenajes. Que siempre el pueblo acabe perdonando, reconociendo, premiando, pero en vida. Quiera el tiempo que, algún día, podamos aprender a dejar de premiar la muerte.
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