02 diciembre, 2008

Libertad

Diez chicos, de esos que estudian y duermen en las escuelas rurales, que combinan la casa y el aula en el mismo edificio, bajaron hace algunos días desde la Pampa de Achala hasta Villa Carlos Paz, vinieron a conocer, a disfrutar, y cada rostro era pura sonrisa.
Todo estaba por descubrir para esos pequeños que salían de las Altas Cumbres, de la nada hasta la ciudad.
Eran dueños del silencio, de la infinidad de la pampa, eran tan simples y transparentes como el agua de los arroyos cristalinos.
Acompañados de sus maestras habían pasado un día entero recorriendo los atractivos de la ciudad, cuando se disponían a cenar «pizza libre» en el Hotel Eiffel, donde se alojarían.
-¿Seño, qué es libre?; preguntó Joaquín, que terminaba de comer su porción de pizza.
-Que podés servirte otra porción; respondió la maestra.
No hizo falta más que eso, Joaquín, sigilosamente, se dirigió hasta las mesas con la comida y cortó otra porción de la variedad mozzarella. Le pareció sabrosa, mejor que la ya había probado.
No pasó mucho tiempo más, cuando Joaquín repreguntó: -¿Libre, significa dos porciones nada más?.
-No, podés servirte otra más si querés; le contestaron.
Nuevamente, el niño se levantó, se dirigió a la mesa de comida, y volvió a cortar otra porción. Joaquín se estaba entusiasmando con la libertad, y soltó: - Entonces... ¿libre son tres porciones?.
-No, libre son la cantidad de porciones que quieras. Hasta que no haya más hambre; le dijo la maestra, dando por finalizada la charla con su curioso alumno.
Esa fue la vez que Joaquín aprendió sobre los encantos de la libertad.

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