04 diciembre, 2008

Los ángeles y el demonio

Así de locos estamos.
"No existe forma racional de entender este episodio"; me dijo el fiscal Ricardo Mazzuchi, cuando todavía aseguraba que no podía salir del estupor que le había causado el hallazgo de los niños, esos dos pequeños que habían sido asesinados a martillazos por su propio padre.
El mismo sentimiento se había propagado velozmente entre quienes iban conociendo la noticia. Nadie podía concebir tamaña aberracción, tanto odio, tanta perversión.
¿Cómo entender a Ariel Liendo? ¿En qué cabeza puede pensarse que una buena manera de recuperar a una ex-mujer o de tomarse "venganza" es matar a sus propios hijos, es matar siquiera?.
Debo confesar que por mucho tiempo, incluso aún hoy no lo tengo bien claro, llegué a odiar al infame Ariel Liendo.
Todavía no lo perdono, coincido con que son crímenes que sólo los puede perdonar algún Dios, algo que escape a nuestro carácter humano. Yo me acepto como humano y sostengo que hay cosas que no las puede tolerar, y esta es una de ellas.
Fue cada vez que pensé en los pequeños, en Tiago (de dos años) y Axel (de cinco), que murieron mirando cómo su padre (el que tendría que haberlos cuidado, que tendría que haberles dado un fuerte abrazo) era quien los asesinaba.
Ni hablar de lo que siguió, Liendo llevándose los cuerpecitos hasta el descampado donde fueron hallados, con la mitad de la carne desgarrada. Seres mutilados. Almas libres, pero adoloridas.
Algún matutino cordobés tituló que eran "angelitos", y cuánta razón tenía, angelitos en manos de los demonios que se apoderaron de su padre. Y no importa cuáles hayan sido, drogas, alcohol, celos, frustraciones, conductas violentas, nada importa ante la macabra escena.
Todo parece chico ante el dolor de Cecilia Guzmán (la madre) que se siente huérfana, huérfana de amor, huérfana de vida.
Todo parece absurdo ante el grito visceral de Julio Guzmán, el abuelo materno, quien se lamentaba no haber impedido que su yerno siguiese suelto, pese a que había golpeado a su hija en reiteradas veces.
"Por qué no lo maté antes, ahora él está vivo y lo tenemos que alimentar gratis en la cárcel"; se repetía Guzmán, quien pedía a la policía que lo dejaran "matar" al "asesino" de sus nietos. "Déjenme que lo mate, déjenme"; exclamaba y por un momento los efectivos (que despreciaban tanto a Liendo como a todos los que conocimos la noticia) lo pensaron seriamente.
Incluso llegaron a pensar en hacer justicia con sus propias manos, pero cuando Liendo pidió que lo mataran (mientas viajaba a la Alcaidía de Villa Carlos Paz)entendieron que lo peor para un cobarde sería tener que enfrentar las consecuencias de su propia acción. Lo dejaron vivir, lo dejaron sufrir.
Hoy Liendo ya está en Bouwer, y pagará en vida sus pecados.
Ojalá algún día alguien lo pueda perdonar...
De esos ángeles, nos quedará el recuerdo. Recuerdo de cuando mataron los demonios de su padre...y de tantos otros.

1 comentario:

cachodeichocruz dijo...

Hoy se cumple un año de este desgraciado suceso,todovia ronda el recuerdo de estos dos angelitos jugando a la pelota enlas calles del barrio,ojala que la estrella que Axel y Thiago esten velen por su madre,por sus abuelos,por sus tios y por todos aquellos que conocimos su sonrisa Axel y Thiago nunca los olvidaremos.Carlos "cacho" Romero