¿Cuantas cosas me habrán quedado por decir?...
Es una pregunta que hace tiempo me vengo haciendo, y para la que todavía no encuentro una respuesta. Pensándolo bien, quizás nunca la tenga.
La cuestión es que la soledad no sienta tan mal, hay gente que ha nacido para vivir inmerso en ella, que se siente cómodo con los silencios, con las cosas no dichas, con su propia inmensidad.
Pero yo no soy de esos. Yo todavía soy de los que sufren, de los que los que sienten mucho. No soy ni el mejor ni el peor, sólo soy. A veces creo que soy lo que siento.
Pero la vida es así, se vuelve simple, se intensifica, tiene sus sinsabores y vuelve a deleitarnos. Aunque tiene eso, eso que nos deja encantados, que siempre vuelve a sorprendernos: su constante cambio.
Eso que es como un viento norte que nos lleva a otro puerto. Que nos encuentra con otros. Que nos acerca esos recuerdos. Eso es lo lindo de lo cotidiano, nunca sabemos que nos espera a la vuelta de la esquina.
Mientras tanto, se vuelve a la búsqueda. A la siempre linda y terrible tarea de encontrar eso que buscamos todos, eso que nos llene, que nos tranquilice, que nos guste y que nos haga vivir un poco más, o para siempre.
16 diciembre, 2008
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