Mientras escribo estas líneas caen las gotas de lluvia fresca. Caen sobre los primeros cerros de la Cordillera de los Andes, caen sobre los sembradíos de maíz, de quinua, de papa, sobre el pueblo wichí que conocimos en Salta hace dos días. Alimentan los ríos secos del noroeste argentino y alivian las altas temperaturas.
El viaje sigue, nos espera Jujuy. Allí los aborígenes llevan otros nombres, pero sufren los mismos problemas. Allí, la lluvia no resulta tan peligrosa como en Tartagal, como en las sierras de Córdoba.
Comienzan a verse los personajes del recorrido, las amistades, como "El Mono", el parrillero de Embarcación (Salta) que nos despide con humitas de regalo y con la promesa de llevarnos a pescar al río Bermejo.
También dejamos atrás al intendente de General Ballivian, Gerardo Córdoba, que nos abrió las puertas de su casa y nos sirvió un plato de comida. Ahí, perdido en medio de la nada, también queda el cacique Pedro Brandán -que muestra una integridad admirable a sus 103 años- y el cacique Torres, de la Misión "Los 3 Lapachos".
Ahora el colectivo se prepara para salir rumbo a Humahuaca, nos acompañará la lluvia, que -lejos de causarnos una molestia- parece agigantar lo maravilloso del paisaje, de los cerros y congela el tiempo. Porque, aquí, el tiempo es distinto. Parece correr más lento, y permite pensar.
Seguimos en el camino y ya habrá otras historias que contar.
04 marzo, 2009
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